Hasta antes de la medianoche, la larga hilera de personas ocupaba las siete cuadras que separan la puerta del santuario con la cancha del club Vélez.
Los cientos de feligreses esperaron riendo y conversando entre sí. “Este año vinieron muchos más desde temprano”, comentó Dorita. Con su saco gris y sus anteojos redondos esperaba para ingresar junto a su grupo. Allí, primeras, esperaban para que dieran las doce y ver los fuegos artificiales que año a año anuncian la llegada del 7 de agosto.
La visión de la mujer con respecto a la cantidad de personas que se acercaron se repitió de manera constante entre los consultados. “Esta vez la fila va a llegar mucho más lejos y mañana va a ser peor”, se aventuraba Carlos, de 54 años, mientras cebaba uno de los mates a su compañera. Esta vez se acercaron mucha más personas a pedir por trabajo. Y esta realidad, apoyada en la fe, puede ser cotejada con los fríos números de la estadísticas.
Diario Popular